Son muchos los testimonios de hogares armonizados en sus relaciones familiares por la influencia santificadora de cantos. Estos se producen en momentos como la entonación de la alabanza durante el culto familiar, la escucha de cantos acompañando las tareas del hogar, la dedicación de los miembros a la preparación de partes especiales para el servicio en el templo, entre otros.
Lo dulce y puro necesitan ser estándares de selección por parte de los padres pues la tarea educativa requiere intencionalidad. Puede entenderse lo dulce como el carácter de la estructura sonora de la melodía del canto, sin muchas complejidades armónicas que dificulten la entonación. Lo puro puede enfocarse más en el sentido del mensaje que porta, que lleve a la meditación, la enseñanza de valores y principios divinos.
Sean los padres lo primeros beneficiados de esta influencia para que puedan compartir a sus hijos el mismo sentir y desarrollar una educación con amor. Sus palabras deben tener como propósito formar en sus hijos discípulos de Cristo.
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